Ante la enorme cantidad de leyes,
normas, decretos y convenios internacionales formulamos para la protección
ambiental nos quedamos absortos y frustrados. De que han servido tan proliferas normativas, tantas y costosas encuestas internacionales?. Las decisiones y
acuerdos se vuelven absurdos ante la realidad ecológica prevaleciente en el
planeta. Costa Rica no es la excepción, decenas de miles de hectáreas de selvas
son deforestadas anualmente, la mayoría de ríos, arrecifes y humedales en
general, han sido contaminados, así como la explotación irracional de los mares
y la biodiversidad del país, en particular, es afectada seriamente. Qué es lo
que sucede ? Por qué la regulación y
aplicación concreta de las leyes no han sido efectivas ?. Cual es el motivo por
el que hemos descuidado de tal forma el medio ambiente?. La respuesta a éstas
interrogantes nos lleva por intrincados caminos. Primeramente debemos buscar en
el ser.
Hay un momento en que las
personas empiezan a considerar que todo en la naturaleza está puesto a su
servicio. Han dejado atrás la época de la unión con la naturaleza. Llego el
momento en que el ser humano se considera el centro del Universo. Cree que todo
lo que le rodea está ahí para deleitarlo, alimentarlo y enriquecerlo. La
concepción del medio como puesto a su servicio es un pensamiento muy armónico
con un yo narcisista.
El pensamiento anterior tiene una
gran importancia para comprender esa actitud individual que posteriormente se
colectiviza, y se convierte en el
estandarte de las principales tendencias religiosas y políticas a lo largo de
la historia. El ser humano se aísla de la naturaleza, se considera superior a
todos los demás seres y comienza a agredirlos. Al considerar que toda la vida
está allí para gratificarlo, empieza a abusar.....Este utilitarismo lo lleva a
destruir los ecosistemas, a extraer desaforadamente
los recursos, a dominar la naturaleza.
Esta manipulación del ambiente es
maníaca, irracional, irresponsable y no toma en cuenta las posibles
consecuencias. Sin embargo, los resultados ya podemos verlos en todo el mundo.
Podemos sentirlo, ya empezamos a darnos cuenta de que todo aquél supuesto
dominio sobre la naturaleza, ahora se vuelve contra nosotros. El calentamiento
global, los rompimientos de la capa de ozono, los cambios climatológicos
extremos, los suelos erosionados, las enfermedades, la falta de agua potable,
las hambrunas.
Recientemente en nuestros países,
vivimos enormes catástrofes, por los huracánes Cesar y Mitch que provocaron
muerte y destrucción en gran parte gracias a la deforestación incontrolada, así
mismo, estudios científicos demuestran que el calentamiento global es el
causante de el incremento de fenómenos naturales como los huracanes.
Para comprender esta compleja
problemática, debemos observar cómo la actitud individualista, narcisista y
antropocéntrica se colectiviza y se expresa en las políticas estatales como un
ecocidio institucionalizado. Por eso, no sólo se trata de programas políticos,
de convenios o de complejos sistemas legales, se trata de una condición individual.
Aquél ministro, diputado, sacerdote, juez o funcionario quien se sigue considerando
centro del Universo y a la naturaleza como algo puesto allí para usarse y
generar riquezas, estará siempre dispuesto a aprobar cualquier política destructiva,
para él no será percibido como tal porque su escala de valores es otra, parte
de un principio erróneo: el ser humano como centro del Universo.
El ecocidio es el acto
destructivo contra los ecosistemas. Debe señalarse que todo acto ecocida se
devuelve contra quienes lo ejecutan o contra generaciones venideras. Es
incomprensible que personas racionales y hasta consideradas brillantes, quienes
han sido nombradas para ocupar puestos claves en la dirección y protección de
sus respectivas sociedades, avalen positivamente o permitan acciones que a la
postre serán desastres ambientales, ecocidios refrendados e impulsados por
políticos e industriales. Este instinto de muerte se esconde tras argumentos y
justificaciones: el bienestar económico del país , el progreso, el
desarrollo de la nación, el bien de la patria.
Retomamos entonces el
planteamiento: es la persona misma quien debe transformarse, no se trata
solamente de crear nuevas leyes , ni cumbres internacionales o formular nuevos
conceptos. El verdadero cambio hay que hacerlo en lo interno, se trata de un
asunto más sicológico que político o económico. Tenemos suficientes convenios
para trabajar, suficientes Leyes para controlar las acciones, pero si las
personas no cambian de actitud todos estos ordenamientos serán burlados y
veremos como vamos a ser víctimas del fin de nuestra propia existencia....
http://www.eco-index.org/search/pdfs/194report_2.pdf